Anécdotas pre-navideñas
Hay pequeñas cosas que nos suceden en la víspera. Encuentros, sorpresas que parecen intrascendentes y sin embargo forman parte de la magia de Navidad.
Aquí va una.
Mi hermana encontró tirado sobre la vereda de mi calle un pichón de benteveo. Sin duda probaba sus alas y cayó en el intento. No se veía el nido por ninguna parte. Para protegerlo de depredadores, lo llevamos a casa y lo pusimos en una jaulita que usamos de adorno en el balcón. Allí permaneció quietecito.
Mi veterinario me aconsejó darle agua azucarada con una jeringa, para que recuperase la energía, y eso hicimos con gran esfuerzo, pues, como se ve en la foto, él no quería abrir el pico (el pico del benteveo, apto para escarbar y capturar gusanitos, es muy duro). Lo logramos, y nuestro amigo se sintió capaz de debatirse entre nuestras manos. Esa noche, con gran miedo de nuestra parte, lo dejamos en la jaulita.
Al día siguiente estaba en otro rincón y nos miraba con ojitos brillantes.
Decidimos devolverlo al sitio donde lo encontramos. Fuimos, pero no se veía nido ni benteveos sobrevolando el lugar. De nuevo mi veterinario me aconsejó cuidarlo, puesto que al ser un pichón grande, los padres no tendrían cómo llevarlo al nido.
Para que tuviese oportunidad de ensayar sus alas, decidimos soltarlo en el patio de mi tía, que está a la vuelta de mi casa y parece la selva amazónica. Así, cuando volase podría salir sin dificultad, ya que el patio es abierto. Para que vean que ya había recuperado fuerzas: intentó picarnos al sacarlo de la jaulita. ¡Bien bravo se puso!
Les cuento que cada mañana lo escucho desde mi casa piando fuerte su canto característico, y me alivio pensando que está contento.
El día que no lo escuche, habrá salido para hacer su propio nido.
Y hay más: en la segunda Luna, que estoy escribiendo ahora mismo, yo había iniciado un capítulo con un benteveo. ¡Mucho antes de ocurrir este episodio!
¿No es magia?
Con cariño
