Anécdotas pre-navideñas (segunda parte)
Otra para el recuerdo, queridos lectores.
Hace tiempo me escribió una lectora para contarme que su suegra leía con avidez mis novelas, a sus 86 años, y que cuando ella la visitaba le pedía que esperara a llegar a cierto punto de la trama, para luego tomar el mate juntas y comentarla.
Me conmovió y me alegró saber que disfrutaba tanto de la lectura a sus años y luego de un accidente neurológico que la había afectado.
Fuimos intercambiando otros correos, recomendando otras novelas, hasta que un día de diciembre, poco antes de Navidad, me escribió la nuera para contarme que el último libro que había leído su suegra era “La salvaje de Boston”, y que había tardado más de lo corriente en terminarlo. Cuando por fin lo hizo, le anunció contenta:
-¡Lo terminé!
A los pocos días su vida se apagó, envuelta en las tramas de las muchas historias que había leído. La noticia me entristeció y a la vez me hizo desear un final así, gozando de los libros y viviendo tantas vidas distintas en la imaginación.
Justo la víspera de Nochebuena, fui a la librería Cúspide en Galerías Pacífico, y antes de salir, alguien se me acercó y me llamó por mi nombre.
-Soy Sandra, la nuera de María Micaela.
Un torbellino invadió mi mente: sorpresa, emoción, y una chispa de predestinación.
¿Por qué justo ese día, en ese instante, casi por casualidad?
Mi lectora no pudo leer “Noche de Luna Larga” pero estuvo allí, mientras su nuera y yo nos conocíamos, con el libro en su estante, entre nosotras
Esa magia es la que me llevó a escribir esta tríada y a desear que el espíritu navideño impregne sus corazones.
Con gran cariño
